Te despiertas una mañana y no quieres salir a comprar. Te dices a ti misma que te apañas con lo que tienes en casa, o si la cosa está escasa, llamas a la tienda a ver si aún hacen reparto a domicilio.
Tras muchos días de estado de alarma y aislamiento social, la vida te ha cambiado totalmente. Al principio puede que te sintieras atrapada, pero poco a poco has empezado a disfrutar de ésa vida.
No quieres salir. Te gusta no tener prisas ni horarios. Te has acostumbrado a no tener que arreglarte cada mañana y poder hacer la casa a tu ritmo porque no vas a recibir visitas. Durante más de 40 días no has tenido que preocuparte de nadie que no fuese tu familia.

Salías al balcón, regabas tus plantas. Tomabas el sol a ratitos. Tras el baño te dedicabas tiempo a ti misma, te ponías cremitas, te cuidabas. Hacías deporte, videollamadas. Terminabas todas ésas cosas pendientes que hace años que tenías que hacer pero no les encontrabas el momento. Hacías de nuevo, siestas.
¡Nadie puede imaginar el alivio que ha sido para tí prescindir de ésas tareas superfluas, de extraescolares y de las sonrisas forzadas mientras esperabas a tus hijos a la salida del cole! Incluso los grupos de WhatsApp de padres se han silenciado, y de los que se pusieron muy pesados con memes te saliste.
Has encontrado la paz en el aislamiento.
P.D. Y que me perdonen los familiares y los propios enfermos de ésta pandemia, los profesionales que nos han cuidado todos éstos días sin descanso, las personas que han teletrabajado, y las que han tenido que seguir en sus puestos de trabajo con las todas medidas de seguridad que han podido. Sólo hablo de lo que me ha tocado vivir a mi.
Últimamente no paro de escuchar como todo el mundo habla del mito de la cabaña. Los niños también lo pasan, a su manera. Han estado en casa tanto tiempo que algunos no querían volver a salir a la calle, ya sea por el dichoso costumbrismo, o por miedo al bicho.
Yo sé de una niña que no quería quitarse nunca el pijama, y que disfrutaba saludando a la gente que pasaba bajo el balcón. Cuando pudo salir no quiso. Cuando empezó a salir todo le asombraba. Cuando ahora sale, se esconde de la gente.
Ahora nos enseñan el camino hacia la nueva normalidad, y es cosa nuestra seguirlo o hacer como si nada hubiera pasado.

Sea como sea, la vida sigue, parece que ya vemos luz al final del tunel, y aún así… Iremos poco a poco.